Cambiar tu relación con el dinero: el verdadero impacto de las apps financieras
Ernesto García CEO CITI / AurumCore
Diciembre 15, 2025
Transformar la relación con el dinero es actualmente más accesible gracias a la tecnología que hace posible la adopción de servicios financieros digitales.
Hablar de dinero ya no es solo hablar de números. Es hablar de decisiones más conscientes, de herramientas que empoderan y de plataformas que están transformando desde la raíz la forma en la que interactuamos con nuestras finanzas. Las fintech no solo han democratizado el acceso a servicios financieros; están redefiniendo la relación entre las personas y la administración de su dinero.
Esto ha sido posible gracias a la digitalización de la banca, que ha permitido trasladar procesos antes reservados a las sucursales físicas hacia entornos en línea, más simples, inmediatos y transparentes. Hoy, una cuenta, un crédito o una inversión pueden gestionarse desde el teléfono con la misma seguridad que en una institución tradicional, pero con la ventaja de que el usuario tiene el control total en la palma de su mano.
Gracias a la digitalización de la banca, las plataformas digitales financieras han dejado de ser una promesa para convertirse en una extensión del estilo de vida moderno. Consultas en tiempo real, presupuestos automatizados, inversión desde el celular o acceso a microcréditos son apenas la punta del iceberg. Pero ¿quién está detrás de esa transformación?
Para Ernesto García, CEO de AurumCore, la respuesta es clara: “La inclusión financiera no empieza cuando una persona descarga una app, sino cuando una empresa tiene la posibilidad real de construir esa app para acercar los productos financieros digitales a las personas. Ahí es donde intervenimos”.
Detrás de cada aplicación que usamos para enviar dinero, pagar servicios o invertir, existe una infraestructura digital que conecta instituciones, usuarios y datos de manera fluida. Esa base tecnológica –invisible para el usuario final– es lo que hace posible que la banca digital funcione sin fricciones y que las fintech puedan crear experiencias cada vez más personalizadas.
Infraestructura para construir acceso
El éxito de una fintech no depende únicamente de la creatividad de su producto, sino de su capacidad para implementarlo con agilidad, escalar y adaptarlo al usuario final. Por eso, algunas plataformas se especializan en ofrecer los cimientos tecnológicos y financieros que permiten a nuevas soluciones emerger con solidez, rapidez y propósito.
Un enfoque modular permite que empresas –desde startups hasta grandes corporaciones– puedan probar, lanzar y ajustar soluciones sin comprometer tiempos ni presupuesto. Esto las convierte en habilitadoras clave para acelerar la bancarización y diseñar productos más conectados con las verdaderas necesidades humanas.
La digitalización ha hecho posible que este modelo sea escalable. En lugar de construir desde cero, las empresas ahora pueden integrar módulos ya desarrollados –pagos, validación de identidad, emisión de tarjetas o gestión de datos– y enfocarse en innovar sobre esa base. Esto no solo reduce costos, sino que acelera la llegada de nuevas opciones al mercado, expandiendo el acceso a más sectores de la población.
De la tecnología a la transformación personal
El desarrollo de producto en fintech ha dejado de ser solo un proceso técnico: hoy implica escuchar, adaptar e iterar con base en comportamientos reales. El foco ya no está únicamente en la eficiencia, sino en el impacto humano: reducir barreras, mejorar la toma de decisiones y fomentar una mejor salud financiera en todos los niveles sociales.
La digitalización bancaria ha transformado la manera en que las personas aprenden sobre dinero. Conceptos como ahorro, inversión, préstamo o crédito que antes parecían ajenos y complejos para la mayoría, se han convertido en herramientas al alcance de todos gracias al desarrollo tecnológico. Las apps permiten visualizar gastos, comparar productos o recibir alertas personalizadas que ayudan a tomar decisiones más informadas. Esa interacción constante genera un cambio cultural: el dinero deja de ser un tema abstracto y se convierte en una experiencia cotidiana, comprensible y manejable.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), aproximadamente el 50 % de la población mayor de 18 años no tiene acceso a servicios financieros formales. Este dato, respaldado por la Asociación de Bancos de México, refleja que más de la mitad de la población adulta no está bancarizada.
Ernesto García lo resume con una visión contundente: “En un país donde millones de personas aún viven fuera del sistema financiero, cada nueva app que sale al mercado representa una puerta abierta. Nuestro trabajo es asegurarnos de que esa puerta pueda construirse para que los usuarios crucen ese umbral con confianza”.
Esa confianza proviene de la madurez digital que ha alcanzado la banca: procesos más seguros, accesos más rápidos y una interoperabilidad que permite conectar distintas plataformas en beneficio del usuario. La tecnología no solo abre puertas, sino que también reduce las distancias entre quién ofrece y quién necesita un servicio financiero.
Para los actores del ecosistema financiero, el foco ya no debe estar únicamente en lo que las fintech hacen, sino en cómo lo hacen posible. Las historias detrás de cada desarrollo tecnológico también son historias de inclusión, de ingenio colectivo y de un nuevo contrato social entre las personas y el dinero.
Actualmente, en especial las personas que adoptan una herramienta digital financiera por primera vez, pueden acercarse a los servicios financieros con la confianza de que, gracias a la infraestructura tecnológica, es posible tener un registro de todos los movimientos y contratos realizados, es más sencillo explorar y gestionar diferentes productos y servicios. Gracias a la digitalización de los productos financieros, es más sencillo aprender cómo gestionarlos y obtener los beneficios.
La nueva relación con el dinero no se construye únicamente con educación financiera, sino con acceso digital. Y ese acceso es el puente más directo entre la innovación tecnológica y la inclusión económica.