En los próximos cinco años, la banca digital no solo será más accesible: será más humana y más interconectada. Las expectativas de los usuarios ya no giran únicamente en torno a la velocidad o disponibilidad, sino a experiencias financieras integradas, transparentes y que les permita administrar sus necesidades personales.
Según datos de Statista, para 2027 más del 70 % de la población global adulta utilizará algún tipo de servicio financiero digital. En Latinoamérica, esta cifra crecerá de manera acelerada debido a la creciente adopción móvil en la banca regional, impulsada por la alta penetración de los smart phones, el mayor acceso a Internet para las aplicaciones móviles y la innovación fintech que comienzan a resolver barreras históricas de acceso. En este contexto, las fintech no están solo ofreciendo nuevos productos: están reconfigurando los cimientos del sistema.
El futuro de la banca no está en construir nuevos bancos, sino en habilitar a más actores para ofrecer servicios financieros donde realmente se necesitan. La infraestructura ya no es un obstáculo; ahora es un catalizador.
Expresó Ernesto García, CEO de AurumCore.
Y esa es una de las claves. Plataformas como AurumCore están cambiando la ecuación: ya no se trata de tener una licencia bancaria para ofrecer servicios financieros, sino de contar con las herramientas adecuadas para diseñar, probar y escalar productos viables. Desde cuentas digitales hasta sistemas de pagos, la banca como servicio (BaaS) y los modelos de finanzas embebidas serán protagonistas de esta transformación.
La inclusión financiera también se verá beneficiada. En México, por ejemplo, más de 50 millones de personas aún no están plenamente bancarizadas (CNBV, 2023). Nuevos productos digitales con arquitectura modular permiten a fintechs y empresas no financieras lanzar soluciones enfocadas en segmentos históricamente olvidados, desde mujeres emprendedoras hasta comunidades rurales o trabajadores independientes.
AurumCore puede ser clave para impulsar la inclusión financiera en LATAM al proporcionar una plataforma modular que permita a fintechs y empresas no financieras crear soluciones adaptadas a las necesidades de segmentos desatendidos. Su enfoque en la flexibilidad y la co-creación asegura que los productos no solo sean tecnológicamente avanzados y escalables, sino que también respondan de manera efectiva a las problemáticas reales de los usuarios, facilitando así su acceso a servicios financieros más inclusivos y personalizados.
El desarrollo de producto en este nuevo entorno tendrá que considerar variables que antes se ignoraban: identidad digital, contexto cultural, brechas digitales, necesidades intergeneracionales y ciclos de vida financieros más diversos.
Con miras a 2030, lo que hoy se considera banca digital será apenas la base de algo más complejo: una red de servicios hiperconectados, impulsados por datos, pero profundamente centrados en las personas. La transformación no será sólo tecnológica. Será cultural, económica y social. Y empezará, como señala García, “donde haya una necesidad financiera sin atender”.